Hace prácticamente un año del estallido de la pandemia por el COVID 19 en todo el mundo, esto ha sido utilizado por la extrema derecha y ciertos medios de comunicación afines para criminalizar las luchas de las mujeres y señalarnos como las culpables de los contagios, mientras ignoraban y acallaba los acontecimientos de días y semanas anteriores a la celebración del 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora. Esta pandemia y sus crisis han puesto en evidencia las costuras de un sistema capitalista, patriarcal y racista que atenta contra la reproducción de la vida, que desmantela, precariza y privatiza los servicios públicos, los cuidados y que nos afecta especialmente a las mujeres frente al paro, alquileres abusivos, desahucios, pobreza energética y brechas salariales que limitan nuestra autonomía económica. Los sectores más feminizados y precarios se han demostrado no solo en esta, si no en otras coyunturas de crisis y grandes pandemias como indispensables, la limpieza, los cuidados, las trabajadoras del hogar, el sector socio-sanitario, jornaleras, cajeras, kellys… por eso somos las mujeres las que tenemos que organizarnos para mejorar nuestras vidas, para que por una vez se rompan las normas establecidas por el patriarcado y el capitalismo y quienes paguen las sucesivas crisis impuestas por ellos no seamos siempre las mismas. Es hora de que se reconozca que las mujeres somos TRABAJADORAS ESENCIALES, basta ya de precarizar nuestras vidas. La Comisión del Pacto de Toledo no ha disminuido la brecha de género, al contrario, el aumento del período de cotización afecta principalmente a las mujeres, obligadas muchas veces a abandonar el trabajo asalariado para ejercer los cuidados en las familias ante las sucesivas privatizaciones y externalizaciones de los servicios públicos que atendían estas necesidades. Los casos de violencia machista han aumentado considerablemente durante este confinamiento con cifras que superan el 60% en el mes de Abril con respecto al año anterior del comienzo de la pandemia del COVID 19. Estas cifras muestran que las violencias machistas son un problema estructural del Estado, que siguen hoy en día sin dedicar los recursos y medidas suficientes para que esto sea una realidad. Para acabar con la violencia machista hay también que acabar con el papel ‘’subordinado’’ en el que nos encajan a las mujeres y en el cual no debe importar su raza, cultura, etnia, identidad u orientación sexual. Las luchas feministas no son una guerra de sexos, es una lucha por la igualdad en todos los sectores de los que se nos excluye. El feminismo está demostrando que la acción colectiva puede y debe seguir presionando sin descanso por conseguir medidas que nos pongan a las mujeres, TRABAJADORAS ESENCIALES, por encima de los intereses de las élites. Este 8 de Marzo, día internacional de la Mujer Trabajadora, reivindicamos también el transfeminismo contra los ataques vividos por nuestras compañeras, no solo por parte de las derechas sino también por sectores que se dicen de izquierdas. A las mujeres que ejercen la prostitución y que en esta pandemia han sido invisibilizadas, ellas, sus vidas y sus familias, la moral católica sigue imperando en el subconsciente de muchos y al cual le importa muy poco dar soluciones o salidas si ellas así lo demandan, el ingreso mínimo vital que supuso una pequeña tirita para familias en estos tiempos de pandemia a ellas les ha sido imposible acceder, dejándolas en situaciones si cabe aún más precarizadas y estigmatizadas. Así que aquí estamos un año más, por un 8 de Marzo, día de la mujer trabajadora más necesario que nunca, más combativo, anticolonial, antirracista, antifascista y anticapitalista. Hoy salimos a las calles porque sabemos de la responsabilidad, de cuidar y de cuidarnos. Si los ataques a los derechos y las vidas de las mujeres no se confinan, nuestras vidas tampoco. Vivan las luchas de las mujeres.
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