Estamos de lleno en la época de la información y, como contraprestación, también de la desinformación. Las posibilidades de manipulación esgrimidas por los medios afines al sistema capitalista, nos pretenden sumergir en la idea de que todo sigue su ritmo y que, este ritmo, es acorde con lo que la naturaleza puede soportar.
Son múltiples los argumentos esgrimidos en paz, por muchas de las personas estudiosas del comportamiento de la naturaleza, del planeta; que se alzan contra tal desinformación. Por otro lado, sorprende que aún a día de hoy, se siga contemplando el Tierraplanismo, como una verdad, aunque sea por grupos minúsculos. Las cavernas vuelven a cubrirnos de oscuridad, de inmundicia, de miseria. La negación de lo evidente, de lo real, no nos exime de responsabilidad, de cuidado de nuestro entorno; aunque sólo sea por civismo, por empatía con otras personas, por principios básicos de convivencia.
Falta educación para la ciudadanía, empatía con el medio, reconocerse a través de la naturaleza, como parte integral que somos de la misma. Como especie, el ser humano ha llegado a ser el gran depredador del planeta y lo es, hasta el extremo de hacer imposible la existencia de vida en un planeta especialmente dotado para que ésta se produzca. Sin comentarios.
Más de uno confiábamos en que la lejanía del progreso industrial, nos iba a dotar de medios para sobreponernos a la virulenta acción suicida de la humanidad; pero el progreso se nos coló por debajo de la puerta, lo portábamos como se porta cualquier virus, en estado latente. No tardó en adueñarse de los rincones más escondidos del planeta; eramos las mismas personas las que lo pedíamos ansiosamente.
Algunos, recordarán con nostalgia los campos en los que solíamos disfrutar de la tierra, del sol, de las plantas, de los animales; incluso, de algunas calles “poco humanizadas”; solares en los que discurría una infancia sin riesgos, más que los riesgos de la propia infancia. No había agentes químicos cancerígenos al alcance de cualquiera, no existían pesticidas asesinos de todo bicho viviente, no había hecho más que aparecer el plástico y su producción era aún muy limitada. Poco podíamos prever que el apocalipsis tocaba a nuestras puertas; que la avalancha de plástico iba a ser tal, que hoy se encuentran formando parte de nuestras propias células.
Hoy los mares nos devuelven el plástico acumulado en el último siglo; para ser precisos, en la segunda mitad del pasado siglo. En poco más de 50 años, el ser humano a pasado a ser el gran problema del planeta; no por cantidad, sino por los subproductos que ha generado su existencia.
Aún puedo recordar mis primeros baños en el mar, fueron en la Algameca, como buen vecino del barrio de Quitapellejos. Para mi quedará siempre en la memoria la preocupación de mi abuelo en aquella aventura infantil; había que llevar cuidado con la ropa, decía; “Hay que saber nadar y guardar la ropa”; luego rompía el silencio con una risa que quería ser atronadora; pero que no era más que cómica. Su cuerpo tan delgado como el mío, apenas podía sujetar mis temores infantiles, cuando me enfrentaba a las minúsculas olas que me hacían zozobrar; manoteando en el aire, hasta convertirme en un auténtico peligro para la integridad del pobre. Aún se podían comer las almejas recién sacadas de la arena de aquella Algameca, por supuesto, la pesca era de calidad; incluso las lapas se podían comer sin temor.
La Refinería de Escombreras, hacía poco que había presentado sus intenciones en nuestra tierra; aún el mar digería los subproductos que ésta generaba. Hoy, la Refinería, se ha convertido en un gigante que amenaza a los pueblos que la circundan y, con la excusa de que da trabajo; produce más muerte que beneficios. Las personas de Cartagena nos hemos habituado a tener esa bomba de relojería junto a nuestras viviendas, nuestros colegios, nuestros centros de salud...Algo que se ve todos los días, deja de verse, pasa a formar parte de nuestro horizonte particular.
Hace más de 30 años que Cartagena dejó de tener la importancia como ciudad Departamental, que tuviera prácticamente a lo largo de todo el siglo XX y parte del XIX. Esto sumió a la ciudad en una crisis profunda; tantos años dependiendo de lo militar, dejaba al descubierto muchos de los puestos de trabajo existentes. Se nos reconducía hacia el sector turístico, hacia la agricultura intensiva; se abría el puerto a las escalas de cruceros, las puertas a un trasvase que iba a convertir los campos de secano en “La Huerta de Europa”. Aterrizaba una gran industria del plástico en nuestro territorio; la General Electric; que escondía bajo su nombre su verdadera naturaleza y lo hacía con el beneplácito de la mayoría de cartageneros y cartageneras; suponía más posibilidades de trabajo; posibilidades que nunca se llegaron a materializar en su totalidad. Hoy en día, se ha transformado en Sabyc, vendida por sus creadores a un emir árabe; de esos árabes que nadie quiere cerca de sus casas, ni en los colegios de sus hijos; pero éste, ah!, forrado de millones, siempre será bien recibido. Poco importa que rece a quien rece y que mate más de lo que reza. Seguimos creciendo como ciudad, nos elevamos entre las ciudades con industrias, sobre todo, nos elevamos en índices de contaminación; a pesar de que los medidores estén en poder de las propias industrias que producen la contaminación; no es bonito?
Los sueños de grandeza suelen acabar como una gran pesadilla y producen muchos dolores de cabeza. Se desmanteló gran parte de la industria que se veía absorbida por el crecimiento de la ciudad; ZINCSA, POTASAS Y DERIVADOS, PEÑARROYA, EXPLOSIVOS RIOTINTO y otras, dejaban atrás sus terrenos altamente contaminados, a sólo unos metros del casco urbano; nadie salió en defensa de la ciudadanía y si lo hizo, fue acallado por los perros fieles al sistema, muchos de los cuales perduran aún a día de hoy en Cartagena.
Puede que, todo ésto tenga que ver con el Mar Menor muerto, con las playas contaminadas por metales pesados, con el cáncer tan frecuente en las personas que habitamos este trozo de tierra.
Aún seguiremos esperando soluciones a los problemas generados por la extinta minería de la zona, nada se espera en medidas contra la contaminación producida por los metales pesados en las poblaciones del Llano del Beal, El Estrecho, San Ginés, La Unión, Portmán. Nada se ha hecho para erradicar la contaminación que genera la Refinería de REPSOL en Escombreras. Tampoco ninguna administración ha movido un dedo por investigar las causas del aumento de cáncer infantil en la zona cercana a Sabyc, en la Aljorra. Lo mismo que seguimos dando cobijo a una empresa como BAYER-MONSANTO, líder de pesticidas cancerígenos prohibidos en gran parte del mundo e investigadora de transgénicos que se vienen introduciendo en nuestra agricultura a través, sobre todo, de las grandes empresas de Agricultura Intensiva; las que hoy son causa fundamental de la muerte del Mar Menor.
En estos momentos, sólo caben dos salidas; seguir teniendo la cabeza escondida bajo el ala de la desinformación, seguir atentamente las explicaciones de un gobierno sin cabeza pensante; o unirnos por la salvación de nuestro entorno, contra las ilegales quemas de plásticos agrícolas, contra las grandes empresas contaminantes; pero sobretodo, A FAVOR DE UN PLANETA DONDE LA VIDA SIGA SIENDO POSIBLE.
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