En relación a los cambios de uso agrícola, la consecuencia más grave consiste en potenciar indirectamente los monocultivos, como es el caso del maíz, para generar subproductos para la incineración, lo cual implica una pérdida de biodiversidad y la reducción de otro tipo de cultivos, además de la destrucción del medio natural de miles de plantas, flores, insectos y buena parte del ganado menor, además de potenciar el consumo de agua, dentro de un contexto en el que se espera que disminuyan las precipitaciones entre un 5% y 7% en los próximos años, por culpa del cambio climático.
En relación a las emisiones de CO2 no computadas en el proyecto, la planta producirá 408.000 toneladas de CO2 al año, de las cuales 100.000 serán utilizadas para la producción de metanol, con unos costes de producción y de emisiones significativamente más altos que mediante gas natural o carbón, por lo que de ninguna forma podemos decir que se trata de una producción ni sostenible ni renovable, por más que la legislación vigente considere estas emisiones no computables a efectos de gas de efecto invernadero.
De hecho, se está produciendo una sustitución de las centrales de carbón por otras de biomasa porque supuestamente las primeras provocaban mayores emisiones de GEI y producían mayores niveles de contaminantes, sin embargo la evidencia científica más reciente cuestiona este supuesto. Las centrales de biomasa emiten un 150% más de CO2 que las de carbón, y entre el 300 y el 400% del CO2 que las de gas natural. Y por si fuera poco, suponen una carga combinada para la salud pública (mortalidad por todas las causas y mortalidad cardiovascular) superior a la de las centrales eléctricas de carbón, e incluso más efectos tóxicos que las emisiones del tráfico rodado de las grandes ciudades. La propia UE reconoce más de 1.300 muertes al año están relacionadas con la contaminación del aire procedente de 27 centrales eléctricas que queman biomasa en la UE.
La incineración de biomasa herbácea, que puede contener restos de plaguicidas, puede incrementar significativamente la producción de dioxinas y otros elementos tóxicos. En el caso de la incineración de caña de soja, las concentraciones de NOx y CH4 son más altas que cuando se incineran combustibles tradicionales. Todo esto sin tener en cuenta el tráfico pesado,
y las consiguientes emisiones, que supondrá el transporte de la materia prima a la central.
Ante este escenario, las tres asociaciones denuncian que bajo el amparo de ayudas europeas se están construyendo infraestructuras económicamente costosas, dentro de un contexto de sobreproducción eléctrica, y que tienen riesgos para la salud pública, además de potenciar la industria de los combustibles fósiles y las actividades industriales intensivas en carbono, cuando lo urgente, según el propio Secretario General de la ONU, sería reducir realmente las emisiones y avanzar en el abandono de los combustibles fósiles para acelerar una verdadera transición energética.
Para Arba, Zamora Viva y Ecologistas Zamora, las políticas públicas deberían centrarse en la reducción del consumo y en el incremento de las masas forestales autóctonas como mejor método para secuestrar el carbono, de importancia fundamental para nosotros y para las generaciones futuras.
Foto portada de la web Energía y Calor Extremadura
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