Cada día, un paso, un gesto, una reflexión, un poco más de atención, un aprendizaje, una acción…
A cada paso, mejoramos y compartimos aquello que nos sitúa en el mismo punto, espacio, lugar y tiempo que nos corresponde como ciudadanía humana de un planeta que, cada vez más, vamos convirtiendo en algo común, más que “propio”.
Ampliar derechos, reconocimiento jurídico, social, político y económico (eso ya lo hacemos, quizá en detrimento de otras perspectivas) a una naturaleza de la cual procedemos y a la que vamos, una vez terminada nuestra breve estancia en este mundo.
Apropiarnos y especular con aquello que somos, en buena parte, requiere grandes dosis de conciencia, atención y voluntad de cuidar lo esencial, ya sea de nosotras mismas, como personas, ya sea de aquellas cosas que nos convierten, básicamente, en lo que somos: seres vivos.
La vida no es un fenómeno aislado, ni aislable. El planeta en el que vivimos así nos lo muestra y demuestra, una y otra vez: cada día, cada vez que decidimos darnos cuenta de ello, o no.
Hay personas que saben y actúan teniendo en cuenta todo esto, y mucho más. El Mar Menor, y las buenas gentes que se han reorganizado y reagrupado en torno a la protección de este espacio, tan especial, son un claro ejemplo de ello.
De hecho, y hablando de acciones y hechos, las movilizaciones que llevan ya dos años de intensísima presencia en nuestras calles, en nuestras instituciones sociales, políticas y educativas, en muchos de nuestros hogares, así como en muchos foros de todo tipo, han provocado muchos cambios a muchos niveles: ya hablaremos más largo y tendido sobre ello. Y todo esto sí que es nuestro: las calles, las instituciones, así como los diversos espacios de encuentro. Son nuestros porque somos responsables de su buen funcionamiento, y del beneficio, mejora o desarrollo del que tenemos que procurar que alcance al mayor número de personas posible (por no decir a todas).
Llegaríamos así, a través del cotidiano y necesario ejercicio de responsabilidad, civismo y empatía, a la cuestión de la libertad. La tan preciada y valorada libertad: libre albedrío o arbitrio, capacidad de elección, margen de maniobra, decidir entre opciones que también hacemos posibles gracias a nuestra apertura a lo diverso, lo nuevo, lo otro, o simplemente, lo que aún no conocemos a día de hoy, que no es poco.
Pues sí, dedicamos, una vez más, el Paseo Con Mensaje de hoy a todas aquellas personas, familias, colectivos y organizaciones que nos recuerdan, con su ejemplo diario, qué es lo importante para que nuestra humanidad siga ejerciendo como tal, en cada cual.
Gracias Mar, te echaremos de menos en estos días, pero no tanto, no te creas: siempre vas con nosotr@s, de una forma u otra. Y lo mismo te digo, compañera Fely: como si fuera un tatuaje, tu actitud y presencia es imborrable. María, sí, María Betanzos: no hay palabras que hagan justicia a tu labor, diaria, cotidiana, con las grandes y pequeñas cuestiones que a tod@s nos acucian.
Gracias Inma, Mila, Rosa, Jesús Ginés, Lola, Miguel(es), Antonio(s), Iwona, Mariana, Alba, Santos, Merchi, Ruth, Carmen, Isa, Elena, Aryem, Yoel, Inés, Javi, Ulises, David, Cecilio, Pedro, Carol, Jesús, Paco, Mariam, Conchi, Víctor, Laia, Beatriz, Fernando, etc. y demás familia que siempre están y han estado, que lucharon, luchan y lucharán por aquellas cosas, tan básicas, que sólo las echamos en falta cuando no funcionan como deberían: sanidad, educación, pensiones, servicios sociales, “representantes” políticos, medio ambiente, convivencia, valores, etc.
Por todo esto, por todas estas personas, y muchas más, salimos hoy, lunes 17 de enero de 2022, a partir de las 19:30h, De Norte a Sur, desde Ampuero (Cantabria) y Cartagena. Desde la puerta del ayuntamiento de la localidad cántabra, así como desde la puerta del Rosell, en Cartagena.
Y creo que es lo de menos si hoy no aparece físicamente nadie en Cartagena, ya que, como hemos dicho antes, siempre estáis conmigo, siempre estáis y estaréis en tantas personas, en tantos recuerdos y esperanzas, que es imposible no tenerlo en cuenta en momentos como éste, así como en muchos, muchísimos más.
Somos semilla discreta, pero poderosa, de algunos cambios, desarrollos y crecimientos fundamentales.
Somos cultura de una manera de vivir y convivir, que hace del aprendizaje un valor en sí mismo de cara a mejorar lo presente y no dejarse engañar por aquello que, precisamente, tanto nos deshumaniza, sin que muchos se den cuenta de ello.
Siempre nos quedará esa conciencia en marcha que nos sitúa en el escenario más amplio imaginable: el nuestro. Y sí, hablando con propiedad, hay espacios que se conquistan hasta llegar a convertirlos, de forman consentida y consciente, en parte de nosotr@s, y viceversa…
¡Hasta siempre, familia! …
Salud y saludos de Norte a Sur, y vuelta…
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