En esas andamos; en el sempiterno juego de la humanidad, jugando a ser; como si no bastara con ser simple y llanamente.
Las teorías sobrevuelan nuestras cabezas, y son tantas, que oscurecen la luz de la verdad y aún la realidad.
Nos dejamos llevar en manos de esta corriente de juego, olvidamos que, a veces, los juegos son peligrosos; sobre todo, cuando nos jugamos la vida en ello, este es el caso que nos ocupa.
El planeta parece querer sacudirse la plaga que suponemos para su piel, ya demasiado molesta; pero ahora nos ocupan otras urgencias vitales. Este es el poder de los poderes, transmitido por los medios de que el poder dispone, y jugamos. Jugamos con sus normas, con sus reglas, con sus cartas marcadas; sólo podemos perder.
El poder se sacude también el peso de seres humanos que ya no le somos necesarios; nos utilizaron durante nuestra vida productiva, nos sacaron toda la alegría, nos fundieron la ilusión, las esperanzas. Ya no somos necesarios, hemos pasado a ser considerados parásitos; poco importa la vida al poder, más allá de su propia vida.
Pero le seguimos comprando las mentiras que nos vende y las pagamos a un elevado precio, la vida de personas que, como nosotras, se han dejado literalmente la piel y la sangre, para que el mundo y la humanidad que lo habita, siguieran su curso.
Nuestras vidas carecen de nombres y apellidos, no tienen ojos ni boca, no tienen voz, no brillaron nunca en sus miradas las chispas del amor, ni sintieron el dolor o la alegría. No existió el sonido de la risa y del llanto, ni el suspiro. Todo se pierde en el anonimato de un número, si acaso, en las cuentas de víctimas; cuatro manchas sobre un papel, menos aún en el disco duro de la memoria que será borrado.
Las ciencias siguen ocupando espacio en el territorio de la política, aupadas por la irrupción del Covid 19. Si la política ya estaba puesta en duda, tras los desmanes cometidos por los políticos desde que se creó el mundo; sumen ustedes ahora la incertidumbre en que se mueve la ciencia. Es necesario que se experimente una y otra vez (esa es la premisa de toda ciencia), para obtener unos resultados sólo válidos para un momento, sólo para callar las bocas un instante; porque, la ciencia debe seguir experimentando, es su sino. Mientras, las gentes ignorantes, damos por buenas las conclusiones variables en el tiempo, que nos va concediendo la ciencia y su experiencia.
Seguimos jugando, porque la ciencia no se nutre del aire y quién la nutre? Estados como el español, que no es una excepción a la norma, han abandonado a su suerte a sus más eminentes científicos; ellos no marcan goles, no son rentables a corto plazo, no dan espectáculo. Volvemos a la pregunta; quien nutre a la ciencia y los científicos? Basta seguir el hilo de los principales descubrimientos científicos en la humanidad, para ver quien ha estado detrás de ellos. Piensa un poco, hasta el habitual móvil que utilizas a diario, tiene sus orígenes en la industria militar.
Conclusiones:
Si en todos los años que la humanidad lleva a sus espaldas, hemos fundado nuestros avances sociales en hacer la guerra, lo que es lo mismo, en industrias para la muerte de nuestros semejantes. Qué nos hace pensar que lo estamos haciendo bien como raza pobladora de éste planeta?
Qué nos induce a pensar que debemos seguir confiando el futuro del planeta a quien sólo busca la eliminación del otro?
Seguimos traicionando el sentido común, el ruido generado alrededor, nos hace confundir la realidad que pasa ante nuestros ojos. No sabemos sumar hechos, nos enseñaron a sumar números; nos dejamos llevar por la corriente dominante, por las influencias cercanas; no hemos aprendido nunca a poner en duda otras opiniones y, mucho menos, la nuestra.
La frase; “Las mentes son como los paracaídas o los paraguas; sólo sirven si se abren”, sigue golpeando en el muro que hemos establecido con nuestras prietas filas en torno a una idea inamovible. Hemos pasado del socrático “Sólo se que no se nada”, al “Se tanto que no puedo saber más”(supongo).
Inmersos en las fases de desescalada, cuestionamos cada paso con argumentos cogidos al vuelo; este es el juego que quieren que juguemos; dónde está nuestro criterio? Cerramos los ojos ante lo que vemos, damos por válidas las conclusiones de unos u otros; dónde está nuestro criterio?
Las aguas tienen la tendencia de ir siempre hacia abajo; es lo que observamos en nuestro planeta, hace años que se definió la Ley de la Gravedad que explica los por qués. En el vacío, parece que el agua tiende a formar esferas; en cualquier caso, el agua se adapta al espacio que ocupa, es capaz de despeñarse por un acantilado, formar una cascada, difuminarse en gotas diminutas, formar grandes masas y, aunque nuestros cuerpos estén formados básicamente por agua, tenemos unas capacidades distintas de ella; ese debería ser nuestro juego.
Nuestra diversidad es tal, que cada una de las personas que formamos parte de la raza humana, es válida para el gran juego de la vida, mientras nuestro juego no ponga en peligro la propia vida del planeta.
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