No hace mucho tiempo, hubo un pueblo que se levantó indignado. De la noche a la mañana, gentes de todos los estratos sociales, nos veíamos en las calles, se acampaba en plazas principales de las ciudades. Ya sé que las asambleas eran interminables, agotadoras, poco resolutivas; pero existía un contacto íntimo entre personas con ligeras diferencias en sus conceptos. Salieron a la luz los graves problemas que atravesábamos como sociedad, se cuestionó el Sistema, se ponía cerco a la corrupción, se pretendía tomar las instituciones, asaltar espacios reservados a los próceres de la política, abrir la política a la calle, instaurar una Democracia Real. Éramos los INDIGNADOS, supuestamente gente que clamaba por la DIGNIDAD y con ella, por todos los derechos que se habían ido relajando a lo largo de los tiempos; relegando por mor de la necesidad vital, por abandono, por la mala fe de quienes nos gobernaban o gozaban de algunos de los poderes de los que les habíamos dotado.
Esto es el cuento de siempre, se empezó a oír en los mismos círculos y asambleas mencionados; esta era la semilla que sembraba el Sistema, como siempre, para acallar el grito desesperado de los Indignados. Como tantas otras veces en la historia de la humanidad, más en los últimos tiempos, el Sistema se disponía a engullir cualquier alternativa viable que le impidiera seguir existiendo. La inopia política de las mayorías, le iba a servir en bandeja la cabeza de los Indignados. Era la quinta columna, una vez más, cercenando los derechos y las libertades de la mayoría de la ciudadanía.
Hoy asistimos, una vez más, al teatro creado por el Sistema, para confundir las mentes, para dirigirlas hacia los fines que siempre ha pretendido. No en vano es la base del Capitalismo que nos gobierna, que nos seduce, que nos condena. El mismo capitalismo que manipula los medios de información, el mismo que impide nuestro acceso a la cultura, el mismo que envenena ríos y mares, el mismo que juega con nuestras vidas como si le pertenecieran por derecho. Este capitalismo que dispone quien es elegido para cada uno de los niveles vitales en que nos desenvolvemos las personas de a pie, el mismo que genera clases superiores e inferiores entre seres que somos, básicamente, iguales. Aquí estamos, etiquetados de por vida, con la cruz que nos ha tocado a la gran mayoría, de portar sobre nuestros hombros, a los pocos privilegiados que en el mundo mandan.
Dicen, que cuando te engañan la primera vez; la culpa es de quien te engaña. Pero cuando te engañan la segunda, la culpa es tuya. Hasta Aryen sabe que “no hay que dejarse engañar”. Mucho menos, defender a quienes vienen haciéndolo sistemáticamente. Pero esto es algo en lo que no parece reparar la mayoría de las personas afectadas; muchas de ellas acérrimas defensoras de cualquier poder.
Hoy nos seguimos indignando por la sucesión de asesinatos de mujeres y niños.
Hoy nos seguimos indignando porque se expulsa a personas de sus casas.
Hoy nos seguimos indignando porque se nos niega la igualdad entre nosotras, las personas.
Hoy nos seguimos indignando porque las pensiones no cubren las necesidades de los mayores en muchos casos.
Hoy nos seguimos indignando porque los mismos políticos que hacen las leyes, se las saltan a la torera.
Hoy nos seguimos indignando porque los medios mienten y crean confusión.
Hoy nos seguimos indignando porque nos asesinan el Mar Menor.
Hoy nos seguimos indignando porque se culpabiliza a 3 personas por reivindicar un soterramiento necesario en Murcia.
Hoy nos seguimos indignando porque los pobres somos más pobres y los ricos más ricos.
Hoy nos seguimos indignando porque los poderosos, lejos de intentar salvar la vida en el planeta, parecen tener prisa por exterminarla.
Hoy nos seguimos indignando porque se nos niega información sobre el cambio climático y sus consecuencias.
Hoy nos seguimos indignando porque se nos niega el acceso a una Sanidad Pública de Calidad.
Hoy nos seguimos indignando porque se nos niega una Educación Pública Laica y de Calidad.
Hoy nos seguimos indignando por las mentiras vertidas por la clase política, por los grandes capitales, por las religiones; para sacar un provecho particular.
Hoy nos seguimos indignando por la inopia instalada en la mayoría social, de la que sólo se puede culpar a quienes sacan rédito de ella.
(Apunta aquí tu indignación).
Hoy seguimos INDIGNAD@S, quizás más indignad@s que nunca; pero sólo las personas que creemos que las cosas se pueden hacer mejor.
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