Hoy he salido.
Con alevosía y nocturnidad a tirar la basura. He esperado a que suba el vecino del cuarto, al que ya había oído bajar antes.
He esperado paciente en el balcón vigilando sus pasos.
Al volver de los contenedores de la derecha de la plaza se ha quitado los guantes y los ha tirado en la papelera de esa esquina del barrio.
Luego, con calma, ha seguido caminando hacia nuestro portal y ha tocado al timbre de su piso. He oído como le respondía su hijo pequeño preguntando quien era, y a él diciendo: yo. Después le he seguido un rato más con el oído hasta asegurarme de que cogía el ascensor.
Entonces he pensado que me parecía absurdo quitarse los guantes antes de tocar el timbre , de empujar la puerta quizá tirando de la manilla y sin guantes, de dar la luz del portal y abrir la puerta del ascensor y sin guantes. Estos detalles me han confirmado claramente los prejuicios que ya tenía sobre él, con esa cara de palurdo no podía ser muy inteligente.
Después de cuatro días sin salir, y aunque una persona sola no acumula demasiados residuos, teniendo aún para comer por lo menos dos o tres días más apurándolo todo con una economía de guerra, sin embargo, he pensado que era un buen momento para la operación.
Pero tenía que ser mejor que el vecino, planificarlo mejor, si no más eficiente si por lo menos bastante más seguro.
Los guantes, solo tengo dos, una par que me dieron a la entrada del supermercado el último día que hice la compra. Pero quizá debajo de la fregadera donde se guardan las cosas de la limpieza podría haber otros pares comprados por mis hermanas de las últimas veces que pasaron por aquí. He tenido suerte y he visto dos pares más escondidos ente varios botes de desinfectantes. Unos demasiado bastos y de fregar, pero otros, aún envueltos, de silicona finos, como de cirujano. La operación empezaba con suerte y de manera oportuna. No debía desaprovechar esos guantes, no los tiraría como el vecino.
Me los he puesto despacio porque he notado que me quedaban algo justos si no pequeños, con miedo a romperlos, pero no ha sido así, y han conseguido ajustarse bastante bien a mis manos. Me he sentido seguro.
Dos bolsas de cristal, una grande de plásticos y otra de residuos restantes. El papel ya lo tiré el día de la compra anterior.
Agarradas con los guantes, salgo al portal y enciendo la luz con el codo. Me siento estúpido y superior a mi vecino al mismo tiempo. Creo que sonrío por dentro. No he tocado ninguna barandilla del portal. Abro la puerta con la manilla, pero con guantes, y salgo a la calle dirigiéndome a los contenedores del ala izquierda de la plaza. Esta claro que mi odio al vecino ha ido creciendo mientras planeaba la operación y no quiero imitarle en nada, o lo más mínimo.
Ha sido todo un placer. No encontrarse con nadie de quien alejarse o tener que evitar en la distancia. El aire fresco de la noche con todas las calles vacías y ningún ruido.
Sólo la luz de la farmacia cercana me ha acompañado en el momento de tirar la basura en los contendores no sin cierto temor. ¿Y si fuese este el mayor foco? ¿No serán precisamente los contenedores dónde más tiempo sobreviva el virus? Tenía que haber pedido las máscaras hace días por internet, no sé en qué estoy pensado, me digo. Intentando no acercarme demasiado a los contenedores.
La vuelta a casa sin incidencias, perfecta e impoluta. Por supuesto no me he quitado los guantes en todo el proceso y he encendido las luces con los codos.
Una vez en casa me he quitado los guantes con sumo cuidado y ha sido una sorpresa ver que por dentro tenían algo así como un polvo talco que facilitaba la operación de ponérselos y quitárselos. Todo un detalle de los fabricantes, esto es calidad, he pensado, y no la mierda de guantes que seguramente use el vecino.
Los he dejado suavemente y los dos juntos encima del lavabo dónde me he lavado las manos durante 25 segundos. Y de repente me ha entrado una extraña sensación de irrealidad, como si estuviese en un sueño y todo eso no hubiera pasado realmente. Como estoy solo no tenía a nadie a quien preguntar, y quizá nadie me ha visto salir a tirar la basura.
Para poder dormir tranquilo y seguro de mi existencia he pensado que aunque dude, produzco basura, eso es, produzco basura, luego existo.
Fin.
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