Nada que decir, ni flores que llevar. Para mi todos los días son días de difuntos, todos los días estáis en mis pensamientos, en mis recuerdos y en mis tristezas. Sobre todo tú, mi reina, la que gobernaba mi vida, el patrón que llevaba a buen rumbo el perdido barco de mis pensamientos. Tú, la causa de mi vida pasada, de mis risas, de mis alegrías. Tú, la que arrancaba notas de color a mi alma cuando la tormenta de la vida la teñía de gris. Tú, mi brújula cuando me perdía por las azoteas de la vida. En mi corazón cientos de rosas adornan tu sesgada vida, mientras sus espinas lo van destrozando lentamente. Las compuertas del dolor se rompieron el diez de junio del dos mil dieciséis y han inundado mi vida, y no hay bomba, ni de amor ni cariño que la puedan secar. No voy a hacer ofrendas terrenales a una tumba que sólo acrecienta mi dolor, que arranca una furia violenta que me lleva a la desesperación, te di cuanto necesitaste de mi y ahora nada de lo que te ofrezca servirá para volverte a la vida. Pero amarte, no por ello te amo menos, amarte te amo cada día, si es posible, más.
2.11.2017
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