Los primeros mastienos que dieron con las vetas de galena argentífera en la zona de nuestra sierra minera, sin duda, se sentirían admirados por el brillo del metal, por su facilidad de manipulación, o por algunas razones que no alcanzo a suponer. Imagino también que lo harían en la búsqueda constante de lugares en los que asentarse y de los que poder extraer alimentos. Fue pura casualidad que aquello que acababan de encontrar, se convirtiera en la base de su alimentación y de muchos de sus descendientes a lo largo de los siglos. La base, estaba construida sobre una ilusión, al margen de que los que dominaban las tierras, serían los que dominaran también la economía de aquellos momentos.
Más tarde aparecieron cartagineses, llamados sin duda por el tufo comercial que se intuía en el ambiente; pero, los romanos, que andaban expandiendo su imperio, no tardaron en aparecer y hacerse con las riendas de la economía de aquella incipiente Carthago Nova. Cosas del destino.
Se incrementó la explotación minera, la plata era muy valorada en aquellos tiempos, el plomo obtenido se utilizaba en la construcción y también se extraían otros metales como el hierro, útiles necesarios para forjar un imperio.
Los primeros desechos de la minería, se empezaban a acumular en las laderas y los valles de nuestra geografía, se desplazaba a las poblaciones y sus pobladores a los alrededores de las minas, por pura economía e interés de los explotadores de aquellas minas. Así iba a suceder durante siglos, a través de culturas dominantes que se estratificaban sobre otras culturas que decaían. Hasta hace sólo unos años, en que la minería dejó de ser rentable y se puso la vista en otro negociazo, otra mina, el turismo. Los señores (empresas) que habían sido las explotadoras de tierras y personas; lejos de intentar reparar el desaguisado ambiental y geográfico; se pusieron manos a la obra de atender el negocio del turismo. Se reconvertía a los mineros y sus descendientes en camareros y albañiles, mano de obra barata. Mientras sus casas perdían valor a cada paso y sus vidas quedaban a expensas de los avatares medioambientales. Las tierras que habían sido removidas, con el paso de los siglos, ahora amenazaban vida y viviendas de las personas que habían servido leal y puntualmente a los señores de las minas. Poco importaba a estos últimos la situación en que quedaban sumidos los pueblos y sus gentes, no había interés alguno en reparar los daños causados, se mentía y defraudaba con los fondos que Europa destinaba a reparar el daño medioambiental, se ponían parches y se seguía sin pararse a pensar en el mal causado y los males que se derivaban de tanta mezquindad.
Al fondo de todo éste paisaje se encuentra el Mar Menor, receptor de las aguas pluviales que arrastran los sedimentos sueltos que se arrancaron de las entrañas de la tierra; los que se lucraron con los beneficios que aquello proporcionaba, nunca movieron ni una pestaña para aliviar las cicatrices dejadas sobre la tierra, sus heridas abiertas.
El dolor de la Tierra no nos puede resultar ajeno, porque nos soporta en cualquier caso; porque nos acoge, nos alimenta, nos protege...Claro que quienes causaron las heridas viven en otras tierras, ajenos al dolor causado, ajenos a cuanto daño siguen causando su avaricia y su egoísmo.
Más recientemente, se ha descubierto otra gallina de los huevos de oro; ahora nos atacan con la Agricultura Intensiva y digo “atacan”; porque hemos sido testigos de cómo las macroempresas se han ido haciendo con las tierras de pequeños agricultores; el poder económico todo lo puede. La aberración de convertir unas tierras de secano en huerta de regadío, justo en los terrenos que la minería había permitido los cultivos y, sobre todo, en la franja que rodea al Mar Menor; ha sido la gota que ha colmado exponencialmente el vaso de la laguna costera. Y todavía nos dicen que es culpa de las DANAS, que tienen que estudiar las medidas, que abrirán investigaciones al respecto, que somos unos alarmistas, que queremos arruinar la economía de la región. Justamente los que han traído la miseria a estas tierras, los que con su avaricia han propiciado los mayores desmanes en nuestra comarca; aquellos en los que han confiado las mayorías votantes a lo largo de los años. Hoy nos vuelven a pedir que sigamos confiando en ellos, “todo está bien”, “todo está bajo control”; cuando se descontrola, siempre se buscará culpables fuera, muchas de las buenas personas que les votan, seguirán creyendo en sus falacias y todo lo que nos rodea, seguirá en el lento proceso de descomposición en que ya hemos entrado y del que, el Mar Menor, es sólo una muestra.
La realidad, si queremos abrir los ojos; es que la sierra minera es una bomba de relojería; pero también un envenenamiento progresivo para todo lo que existe a su alrededor; sean tierras, cultivos, animales o personas. Los cultivos fuera del orden que exige la naturaleza, a priori, en tierras envenenadas con los depósitos de la minería y con los aportes de abonos e insecticidas químicos; tierras de secano de toda la vida; se transforman en verduras, frutas y hortalizas poco recomendables por la alta cantidad de tóxicos que contienen, además de realizar un elevadísimo aporte de los mismos tóxicos, vía acuíferos, a un desahuciado Mar Menor. La Ganadería Intensiva, también está en la línea de los disparates anteriores y ha multiplicado su producción en unas proporciones increíbles los últimos años.
Pero, no se preocupen, todo lo van a solucionar con cuatro tanques de tormenta, trasladando los problemas al Mediterráneo o tirando balones fuera. Nuestros poderes están a años luz de vislumbrar soluciones efectivas para la naturaleza; con el cambio climático llamando a la puerta; con los hielos desapareciendo de los polos terrestres, con la desaparición del permafrost, la Amazonía ardiendo, temperaturas de 40º en el círculo polar Ártico, los plásticos invadiendo los océanos y nuestras propias células, las especies desapareciendo. Seremos los siguientes?
Romper con la cultura que nos ha traído hasta las consecuencias que vivimos, no fiar en poder alguno la salvación del planeta (que seguirá existiendo pese a nosotr@s), poniendo siempre el sentido común por delante de cualquiera de nuestras acciones personales. Educarnos en el respeto a lo que nos rodea, reconocer que necesitamos el apoyo de la Tierra y quitarnos la ilusión de la infinitud de nuestros recursos; es YA, NECESARIO.
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