Ya me habría gustado despedirme de otra forma, piensa el año que se va; pero tiene las maletas llenas de promesas incumplidas, de trastornos, de lágrimas, de sueños inacabados, de ilusiones rotas.
Así, se protege con la oscuridad que le proporciona el rincón del tiempo. Siempre tuvo el tiempo rincones en que esconder sus vergüenzas.
Prometo que no voy a llorar por lo que hice este año; prometo que no voy a llorar tampoco por lo que no hice. Bastante nos han llorado las DANAS, en los últimos tiempos, bastante nos ha llorado el Mar Menor, bastante nos llorará mientras le seguimos vertiendo nitratos y minerales pesados; ignominia, purines, ignorancia.
Voy a sonreír, una vez más, porque la Tierra tiene mecanismos que aún nos resultan desconocidos; porque el poder de la vida triunfe sobre la sentencia de muerte a la que la hemos condenado sus propios hijos.
Os pido que sonriáis cada mañana, porque el poder de la sonrisa es inmenso; tanto como los rayos del sol que nos alumbra, quizás sean las sonrisas, rayos de sol; o de cualquier otra estrella.
Es sencillo estirar un poco de las comisuras de los labios, si hace falta, enseñar un poco los dientes, relajar la mirada y seguir jugando con las nubes, nuestras propias nubes internas.
Se acaba el año, porque necesitamos, humanamente, hacer marcas en lo que tocamos, como si la vida pudiese compartimentarse. Nos obligamos a vivir en espacios reducidos ante el temor a lo sublime del Universo. Será por espacio?
La vida no necesita de marcas, ni de límites, ni de paréntesis; además del paréntesis gestante del que brotan todas las criaturas vivas, la misma Tierra.
Hoy celebramos que estamos vivas, a Día De Hoy; superando los escalones que la vida nos ha ido deparando. Hoy celebramos el placer de encontrarnos con personas como tú; porque somos como tú al tiempo que distintas. Que gustazo da saberse diferente y tan cerca.
Aún nos quedan espacios en los que vivir, a los que amar, a los que hacer vivos desde dentro. Aún nos quedan tiempos, sonrisas y caricias para repartir sin escatimar. Aún nos queda humanidad para discernir a tanto inhumano que hace frontera con lo vital, con lo real, con lo necesario.
Disculparme si no personalizo, si no doy nombres de colectivos y personas; simplemente no quiero dejar a nadie fuera, quisiera, más bien, dejar las puertas abiertas para todas aquellas personas que quieran incluirse. El compañero Israel, ya ha dejado referencia en otro artículo, de aquellas personas que nos sois más cercanas; personas y colectivos con los que tenemos unión por afinidad y/o conocimiento, o por nuestro activismo.
Pretendo cerrar el círculo de los artículos de este año, con el comienzo de una espiral, antes del cierre, abrir las órbitas de las palabras, de los gestos, de los sueños. Todo puede ser mejor de lo que hemos tenido hasta el momento. Nos sobran miedos, excusas, ignorancia.
Atender el momento presente, con todas las capacidades que atesoramos, multiplicadas al estar cerca; al sentirnos unidas, ser unidas.
Este tiempo de semillas dará lugar a nuevas estrellas para crear nuevos universos, nuevas esperanzas, nuevas vidas. La oscuridad no es más que un espacio mínimo entre dos luces. Amanece y atardece, es la secuencia, es el latido, eres tú, yo, nosotras.
Sembrando universos
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