Hay quien, tratando de mofarse de un disfraz de fantasma, deja al descubierto su espectro, esas babas verdosas biliares y corrosivas, provinientes del mugriento puesto de trabajo que ostentan con tanto orgullo. Otras personas, necesitamos enfundarnos en sábanas, cubrir nuestros rostros de pancro, molestarnos en no dejar evidencias del ser humano que ocultamos tras esas vestimentas.
Aún se creen muy graciosos y muy instruidos, a pesar de la pestilencia que les envuelve. Hay vómitos mucho más agradables.
Bromear con la salud de la mayoría de las personas, hacerlo por defender las cuatro perras que te aseguran vivir modestamente; no tiene precio, no tiene, ni nombre.
Suele ser común entre los seres humanos, que por algún problema genético, salen seres defectuosos; algunos lo son tanto, que se quedan en simples espectros, a los que sólo conforma y da cuerpo el vil metal. Para lo demás, son el eco de la voz de su amo.
Me siento especialmente orgulloso de las personas que me acompañaron en éste trance de “hacer el fantasma”; sobretodo, porque vi a las personas antes, después y durante la performance llevada a cabo en Mordor; disculpen, quería decir SABIC; para el caso, tanto terror y tanta avaricia hay en uno como en otro. Tanta muerte y tanta destrucción siempre nos parecieron cosas de la imaginación, de película; fruto de mentes calenturientas de algún escritor enloquecido.
Hoy mismo, pueden cualquiera de ustedes, comprobar que lo que aquí se expone no tiene nada de imaginativo; ojalá fuera así, dense una vuelta por el extinto Mar Menor, para comprobar que hemos entrado de lleno en la era de Mordor; de la mano de empresas como ARAMCO, SABIC, MONSANTO, BAYER, REPSOL y otras del mismo corte. La primera de ellas, ARAMCO poseedora de un 75% de capital de SABIC, ocupa el primer puesto entre las 10 empresas más contaminantes del planeta, con una emisión de 59,26 mil millones de TM de GEI (Gases de Efecto Invernadero), a la atmósfera. Comprenderán que acercarse a las inmediaciones de una de sus sucursales en Cartagena, exigía que, por nuestra parte, adecuáramos la indumentaria para pasar desapercibidos entre tanta muerte ambiental. Así nos presentamos a sus puertas, así deambulamos por las cercanías de sus instalaciones, así reivindicamos el derecho a la vida; sobretodo, de los más pequeños, que, curiosamente; presentan un alto índice de cáncer. Nada que pueda ser tomado a broma, por más que alguien se quede sin su plato de lentejas.
El ser humano no está en venta, no están en venta las especies animales que están extinguiendo estos poderes económicos ecocidas; no están en venta ni nuestro aire, ni nuestro mar, ni las aguas dulces, ni las plantas. No nos vendemos al capital asesino.
Resulta llamativo que éste complejo industrial se emplazase en “La Casa Grande”; una finca adquirida a precio de saldo por algún político avezado; quien dobló su precio para venderla a la Comunidad y que ésta le cediera el terreno a la General Electric; con la consiguiente promesa de la creación de unos suculentos puestos de trabajo que nunca han llegado a aparecer, al menos en la cantidad prometida. Algunos conservamos algo de memoria y tenemos las hemorroides psicológicas, sangrantes de tanto recibir traseros empujones. Lamento ser tan gráfico, por aquellas personas especialmente sensibles; pero es que no tiene otra figura más acertada en castellano.
Estos fantasmas que pasaron por las puertas de SABIC, (ya es sabido que los fantasmas se filtran por las paredes); se marcharon de vuelta a sus quehaceres, que no somos fantasmas que vivan del humo; pese a que puede haber quien piense que hacemos estas cosas porque “nos aburrimos”. Aunque parezca mentira, nos cuesta el desplazamiento que no lo paga el oro de Moscú, ni el de Venezuela (que alguno seguro que ha caído ya en esa suposición), nos cuesta la pintura, los pancros, las telas y el tiempo que les dedicamos a estas acciones. Por otra parte, es una gran satisfacción encontrarte con personas sensibles a tanta canallada a que nos intenta someter una industria cada día más obsoleta, más fuera de lugar, más asesina.
A pesar de que el entorno parece grato a la vista, sus naranjas, señores de SABIC, matan; el agua que utilizan, nos la roban a una región carente de este recurso; el aire que contaminan, produce cáncer en nuestros niños y adultos. Ustedes propagan la enfermedad y la muerte a cambio de beneficios de los que sus trabajadores, sólo reciben las migajas (aunque les defiendan como cualquier perro haría con sus amos).
La vida está por encima de los intereses de cualquier empresa; han llevado al límite a nuestro planeta, estamos a tiempo de salvar parte de la vida que aún se sustenta en la Tierra; pero tenemos que dejar claro quien la está matando, quien se sirve de ella para obtener poder y quienes quieren defenderla.
No se puede seguir estando a favor de la vida y que esa vida sea la propia, por encima de cualquier otra vida, o a costa de otra vida.
El planeta nos da la vida, devolvámosle más vida.
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