El alcohol se metió en su sangre junto con su pena, de no poder ser lo que quiso ser, ni poder hacer lo que tendría que hacer, tanto lo quería, que prefería perder, que a el perder, en el vaso de anís, de Ginebra, endulzaba las amargas lágrimas, de la desesperación, de no poder cambiar, aquel que tanto quería, y con él se hundía, abrazada aquel ser.
Antonio Sanchez-Lázaro | 10 mar 2019

El alcohol se metió en su sangre junto con su pena,
de no poder ser lo que quiso ser,
ni poder hacer lo que tendría que hacer,
tanto lo quería,
que prefería perder, que a el perder,
en el vaso de anís, de Ginebra,
endulzaba las amargas lágrimas, de la desesperación,
de no poder cambiar, aquel que tanto quería,
y con él se hundía,
abrazada aquel ser, lleno de ilusiones, fantasías, sobrevivía,
esturreando su energía entre cartas, tragaperras, loterías,
aunque ella, contara que brillaba, triunfaba, aunque reía,
la tristeza se le clavaba, se le infectaba, se le podría,
y con el alcohol todo lo limpiaba, se reía ,
el era todo lo que tenía, alcoholizaba se moría ¿ y que hacía?,
ya no sabía, no tenia fuerza, no podía

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