Es el paso, cada paso el que hace el camino; a veces, demasiadas, pretendemos dejarnos llevar por huellas ajenas, nos movemos en terrenos hollados, por intentar facilitarnos el paso.
Antonio Baeza | 11 sep 2019

Es
el paso, cada paso
el
que hace el camino;
a
veces, demasiadas,
pretendemos
dejarnos llevar por huellas ajenas,
nos
movemos en terrenos hollados,
por
intentar facilitarnos el paso.
Nuestro
paso es sólo un paso,
un
paso más, nuestro paso es nuestro.
A
veces el paso es espontáneo, impensado,
sorprendente,
decidido…
A
veces es un paso suicida,
un
paso de amor inevitable,
un
paso que da el corazón.
Y
caminamos de la mano del vértigo,
abrazamos
sombras, aprestamos alas imposibles;
creamos
universos, soñamos ser dioses.
Nuestro
paso de barro, sobre el polvo,
queda
envuelto y seca la garganta
buscando
un beso,
buscando
una fuente de amor,
buscando
una quimera.
El
amor, como el paso, es libre;
se
da sin pedir, se niega sin necesidad;
es
paso, un paso en el vacío.

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