Mi dolor es íntimo, es un secreto gritado a lágrimas contenidas, a puños apretados, a mandíbula desencajada. Mi dolor va conmigo, broten o no las lágrimas, se haga patente o no, hable o calle de él. Ayer mi dolor seguía en mi, es mi eterno compañero.

María Betanzos | 28 nov 2019

Mi dolor es íntimo, es un secreto gritado a lágrimas contenidas, a puños apretados, a mandíbula desencajada. Mi dolor va conmigo, broten o no las lágrimas, se haga patente o no, hable o calle de él. Ayer mi dolor seguía en mi, es mi eterno compañero, la sombra que me persigue hasta en la oscuridad. Pero ayer saqué de muy dentro de mi, mi mejor cara, mi mejor sonrisa, ayer volví a intentar que mi dolor no fuese un dolor egoísta, ese que me dice no te levantes esta mañana, quédate en la cama, no salgas, no vivas. Mi dolor soy yo, lo gestiono yo, yo lo controlo. Engaño a mi pensamiento, miento a mi mente: «Cris está de viaje, te está esperando, espera que vayas junto a ella» Y así controlo el dolor, aunque a veces manda él, me domina él, y de nuevo golpeo, grito, lloro. Siento una continua opresión en el pecho, a veces es ligera, la siento, no duele, otras duele, duele demasiado, siento como si el corazón se encogiese, como si se metiera en una pequeña caja donde no cabe y alguien la cerrase con fuerza oprimiéndolo. Vuelvo a mentirme: «Cris esperame en Canadá en cuanto pueda iré a estar contigo y nunca más te dejaré sola» Mientras, sigo aquí, preparándome para el viaje. Te amo mi vida.

20.11.2016

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