Hoy en una notaría me he sentido anulada, otra vez más, como mujer. Nos siguen anulando. En este caso en la lectura de últimas voluntades, se nos convoca a ambos progenitores, divorciados, se nos nombra a ambos, entregamos los pertinentes documentos.
María Betanzos | 4 dic 2019

Hoy en una notaría me he sentido anulada, otra vez más, como mujer. Nos siguen anulando. En este caso en la lectura de últimas voluntades, se nos convoca a ambos progenitores, divorciados, se nos nombra a ambos, entregamos los pertinentes documentos. Se efectúan todos los trámites y llega la hora de las firmas, firma el padre, firman ambos abogados y yo me quedo esperando con cara de poker. Pregunto si no tengo que firmar, y me dicen que no, que el trámite se ha hecho a nombre del hombre, «otra cosa machista» me dice la notario y que lo importante es la firma de los abogados. Mientras salgo de un despacho donde un señor ha firmado por él y por mi, me pregunto ¿Donde quedo como mujer y como persona? Atentos al machismo, existe, y está en todos los lugares, ya no necesitaremos firma masculina para un pasaporte, pero para otras muchas cosas la firma del hombre es más que suficiente, la de las mujeres sigue estando en segundo plano, eso cuando están, que en este caso ni en segundo ni en tercer plano. Hoy me he dado cuenta del largo camino que nos queda por recorrer si las leyes nos obvian de esta manera.

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