No sabía cómo comenzar esto, porque esto es la nueva normalidad. En la nueva normalidad caminan, caminamos o caminábamos los asintomáticos, y un asintomático está completamente bien… aparentemente, porque a un asintomático no le duele nada, no tiene fiebre, no tose, un asintomático camina junto a los demás sin saber que es una fuente manando virus.

María C.Betanzos

María C.Betanzos | 17 oct 2020

No sabía cómo comenzar esto, porque esto es la nueva normalidad.

En la nueva normalidad caminan, caminamos o caminabamos los asintomáticos, y un asintomático está completamente bien… aparentemente, porque a un asintomático no le duele nada, no tiene fiebre, no tose, un asintomático camina junto a los demás sin saber que es una fuente manando virus, un asintomático se sienta en una cafetería y se baja la mascarilla para tomar un café, para fumar un cigarro, sin saber que está propagando el virus.

Hasta que un día los asintomáticos se enteran de que lo son, una rutinaria PCR antes de una operación y, «zas», llega la sorpresa, te diagnostican como positivo asintomático, y de pronto entras en pánico y no por ti, entras en pánico por tus hermanos que te han llevado al hospital a operarte, por las personas que se han cruzado contigo por la calle, en el supermercado.

Un asintomático es una bomba de relojería oculta entre un millón de juguetes que puede hacerlos saltar a todos por los aires.

Todos, absolutamente todos podemos ser asintomáticos y fastidiar la vida a quienes amamos.

Yo, hoy, más que nunca, he entendido la importancia de la distancia social, he entendido el porque no más de seis personas reunidas, la importancia de las mascarillas, de los hidrogeles, hoy he entendido que cualquiera podemos ser asintomáticos, porque yo, hoy, soy uno de esos asintomáticos.

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